¡Hola a todos todísimos! Ha pasado bastante tiempo desde que escribí por última vez. Este año ha sido un poco diferente, sabéis que normalmente escribo en verano, que es el momento en que puedo leer algo y así crear contenido para mi blog. Desgraciadamente, ¡este verano lo he tenido ocupadísimo! Entre el carnet de coche, impartir clases particulares de idiomas, y estudiar alemán para prepararme para un examen que tenía de alemán, que he hecho hoy, apenas he tenido tiempo para leer, y mucho menos para sentarme a escribir unas pocas líneas. No obstante, sí que tenía un par de ideas para entradas rondándome por la cabeza desde hace ya un par de meses, así que a ver si consigo hacer algo este mes para salvar el blog.
Esta semana os voy a hablar de un género del que todavía no me he atrevido a hablar. No sé si es muy común entre autores de blogs literarios, pero he decidido hacer una pequeña entrada sobre el género del ánime. El ánime es un tipo de series de dibujos animados, pero que no son los típicos dibujos que veíamos de pequeños, sino unos dibujos más definidos, de más calidad, y tras los cuales se encuentra una historia mucho más profunda que la podemos encontrar en los Teletubbies o en Dora la exploradora. Netflix ha sido el principal responsable de que me decidiese a introducirme en este género, debido a la gran oferta de series de ánime que ofrece.
Otro día os haré una entrada más genérica sobre todas las series de ánime que veo. Esta semana, sin embargo, me gustaría centrarme en una serie en particular, a la que le he decidido dedicar una entrada aparte debido a que me ha encantado y la he visto dos veces (y yo nunca repito una serie, me parece tiempo perdido, pero en este caso no lo pude evitar). La serie se llama El Príncipe Dragón (Dragon Prince en versión original). Netflix solo ha sacado tres temporadas hasta hoy, así que la reseña se centrará en estas tres.